viernes, 9 de abril de 2010

Exploranding

¡No va a ser todo sufrir! Después de un frustrado intento dominguero de seguir la senda de pescadores del Guadalentín (demasiada agua y demasiado fría), el pasado miércoles emprendimos la heroica conquista de una cumbre jamás hollada por el pie humano: el pico sin nombre que da al valle del Guadalquivir. Tras una subida por la senda serpenteante que recorre el valle por encima de Fuente Rechita hacia el Puerto de los Arenales y más allá, abandonamos el camino y, tras un duro ascenso de tres o cuatro minutos, alcanzamos la ansiada cumbre, que aún no ha sido bautizada. Las amplias vistas del valle justificaban sobradamente el titánico esfuerzo que hubimos de realizar.
Para reponernos de tal esfuerzo, bajamos al cercano Parador de Cazorla, donde ingerimos líquidos que devolvieran nuestros niveles de electrolitos y demás porquerías que circulan por el organismo a su justo punto. No contentos con haber realizado la conquista del día, emprendimos la subida hacia el Puerto del Tejo por el cortafuegos, en lugar de utilizar el camino. La severa rectitud del trazado, junto a la ingestión de la cervecilla previa, hicieron de la media horilla una pequeña tortura etílica: probad, probad un tercio en ayunas y una buena cuestecilla que salve doscientos metros de desnivel en poco recorrido.
Y con un descenso memorable por la cuesta romperrodillas (odiosa Z desde Prado Redondo hasta La Iruela incluida), volvimos a casa con la satisfacción impagable de haber conquistado para la humanidad nuevos territorios.

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