miércoles, 7 de julio de 2010

El Purche

Cuando llegan las fechas veraniegas, el inefable Tour aparece para amenizar las siestas de babilla por la comisura de los labios y, antes o después, te acabas haciendo la misma pregunta: ¿cómo será subir un puertaco de esos criminales? Para responder a esa pregunta, dediqué la mañana del domingo a subir desde Graná hasta El Purche por el puerto que nace en Monachil (1ª categoría en la Vuelta a España). Cosas peores he hecho.

Nada más salir de la colección de hoteles que han sustituido a las antiguas huertas, las tres primeras rampas ya prometen emociones fuertes. Las curvas son tan cerradas que las ganas de seguir subiendo con el plato mediano se difuminan pronto. Y claro, a base de plato de postre, subir un puerto es como el comer y el rascar. El calor apretaba, y bien, y la envidia de ver a los que ya bajaban hacía que los chorros de sudor que anegaban pecho y espalda castigaran un poco más aún. Sin embargo, el discurrir del puerto, con vistas de la gente a la que iba dejando lejos, iba animando a seguir y, en poco más de una hora, me planté en El Purche, vivo y sin bajarme de la bici. La próxima vez que vea a los becerros subir ese puerto cuatro veces más rápido, seguro que se vienen a mi mente las imágenes que guardo en la memoria.

lunes, 5 de julio de 2010

La cabra, la cabra, ...

Y ya sabemos lo que sigue.

Eran las ocho y pico de la mañana cuando, con el ánimo henchido y ganas de comprobar cómo sienta el entrenamiento, emprendimos la marcha desde Graná hacia Salobreña por la carretera de la Cabra. Los primeros kilómetros, por llanos y falsos llanos, transcurrieron pacíficamente. Pasado Alhendín, se sube el puertecillo del Suspiro del Moro, a la postre el más suave de todos.

La carretera de la Cabra, antaño de firme desigual y tráfico escaso, es hoy en día un reguero de camiones que no cesa hasta la cantera que hay a los veintitantos kilómetros, justo donde la flamante carretera ancha y de buen firme cede su gloria a la de toda la vida, tortuosa, estrecha y con firme desigual. A pesar de la hora, el calor empezó a apretar pronto y las cuestas y falsos llanos nos hicieron parar a por un reconfortante piscolabis en la Venta del nosequé.

Y de ahí en adelante, con las piernas castigadas, las rampas más duras, el asfalto rugosillo y los continuos tramos de subeybaja iban haciendo mella. No obstante, la alegría de pensar en el descenso final empujaba. Pasado el cruce de Huerto Alegre, una pequeña subidilla conduce al primer tramo de bajada, eses cerradas con un barranco acongojante a la derecha y un paisaje bellísimo.

Tras una serie de barrancos (sube, baja, sube, baja), al fin se llega al mirador de la Cabra Montés, desde el cual se divisa, al fin, el mar Mediterráneo. El descenso es tremendo, bien pensado: habrá unos mil metros de desnivel desde el mirador hasta el cercano mar, que el trazado resuelve con un descenso vertiginoso en el que alternan las curvas cerradas y los tramos algo más rectos. A pesar de la cercanía del mar, el aire empezaba a ser caliente, si no asfixiante, y los aromas de romero, lentisco y jara anunciaban la torridez mediterránea que se nos venía encima.

Y por fin, anunciada y no por ello menos terrible, la disyuntiva del kilómetro 68'80: o bajas hasta Almuñécar y coges la carretera nacional, o subes hacia Ítrabo y Molvízar. La elección estaba clara: no puedes arriesgarte a meterte en una nacional con todo el tráfico.

Qué rampas, la virgen. Cuatro kilómetros con el plato chico, y eso que era asfalto. A ojo de buen cubero, algún tramo debía de pasar del diez por ciento, porque ni siquiera el cansancio, el sol matador y el agua caliente y escasa pueden forzarte a mantener el plato chico tanto tiempo.

En fin, pasado el mal trago, un descenso agradable (el aire secando el sudor da fresquito) nos condujo al punto final: un chiringuito con cerveza helada y tapas de pescaíto, un bañito en el mar y a recuperarse de los 88 kilómetros y pico. Esta sí que no ofrezco repetirla, al menos de momento ;D

Verea de la Estrella

Ya que la estuvimos pateando el fin de semana del veinte de junio, os paso información:

- El refugio de la Cucaracha está bastante bien. En general está limpio y hay restos de leña, aceite y sal por la zona de la parrilla. Las literillas de madera están en buen estado en la zona grande, algo más sombrías en la habitación pequeña.
- El refugio del Aceral sirve para una emergencia (Cucaracha llena), pero hay que dormir en el duro suelo o en los bancos, si no ha llegado nadie antes.
- Cruzar los ríos es una aventurilla. Es casi imposible sin quitarse las botas y, a tenor del caudal con que bajan, más vale echar los bastones para equilibrar.
- Madrugad, que a la una de la tarde pega un sol criminal, incluso en las zonas que supuestamente son de sombra.