lunes, 15 de marzo de 2010

Subida a la Maroma (por Gonzalo)

Que por mayo era por mayo, cuando faze la calor ... pero en marzo, leche migá con sopas.

A la poco montañera hora de las 10:50 iniciamos la ascensión al pico más alto de la provincia de Málaga, la Maroma (consulte el IGN quien siga pensando que es provincia de Granada). El acceso con el coche había sido bueno, aunque el carril presenta ciertos agujerillos y hasta algunos agujeracos en las zonas llanas. Son cinco kilómetros de carril desde la venta de la Alcaicería, en la carretera que va de Alhama de Granada a Zafarraya.

Al inicio de la ruta, una invasión de guiris, subespecie británica, puebla los llanos del cortijo del Robledal. La zona de mesas y barbacoas parece atractiva y la señal de zona de acampada nos pone los dientes largos. Un panel indicador muestra el perfil de la excursión y ofrece datos inquietantes: 7'8 kilómetros (ida) y entre seis y media y siete horas (ida y vuelta), cuatro horas de subida. ¿Irá el sendero arriba y abajo? ¿Habrá un paredón? Parecen muchas horas para tan pocos kilómetros.

Comenzamos a subir por una pista ancha entre encinas y pinos. Las señalizaciones eran profusas y claras y las múltiples huellas de botas auguraban un público numeroso. Tres jovenzuelos con vaqueros nos seguían la pista de cerca, aunque sin llegar a pisarnos los talones.

La pista se hizo camino y el camino, vereda y, de repente, comenzó lo que la guía describía como "fuerte pendiente". Pero el frío obra milagros, cuando no la pereza combinada con aquel: con tal de no sacar de la mochila más prendas de abrigo, iniciamos una alocada carrera por el repecho (cuasi pared, se diría) y los domingueros -sabaderos, en este caso- a quienes íbamos adelantando nos contemplaban cual si de la Santa Compaña se tratase, pues no podían creer que nuestros piececillos avanzasen por aquel despeñaero a tal velocidad.

Nuestros élficos pasos atravesaron el repechón, la umbría salpicada de tejos con el camino lleno de nieve bien pisada y acabamos dejando atrás las paredes de las que colgaban enormes carámbanos. Pasado el Salto del Caballo, un torcalazo inmisericorde lleno de piornos y plantas rastreras hablaba de los vientos y nieves que han de azotar esas cumbres. Un poste de madera vuelve a señalar una distancia de dos kilómetros hasta la cumbre (diez minutos después del anterior) y las cansadas piernas que trotan cual potrillos por entre las afiladas piedras del torcal emiten una queja en forma de pinchazo.

La niebla cubre rápidamente la zona alta del monte, pero el gran número de hitos y flechas rojas pintadas en las piedras facilitan la progresión. Con las energías flaqueando, pero agradeciendo la brisa cálida que trae la niebla, llegamos a la cumbre a las 13:15 aproximadamente. Las curiosas construcciones semicirculares en piedra seca nos recuerdan que los vendavales deben de zumbar de lo lindo por estos pagos.

Repuestas las fuerzas con galletillas y una rica y sabrosa manzana, trepamos a lo alto del vértice geodésico para hacernos la foto que atestigüe la hazaña lograda. ¡Conseguimos subir y bajar sin (d)escornarnos (en granaíno, esnoclarnos) y ni siquiera perder dedos en los helados hierros! Mochila al hombro, emprendemos el regreso por la misma ruta de la subida.

Alcanzado el punto de partida, el reloj muestra que, en efecto, como sugirió Rocío, "íbamos bien" en la subida: cinco horas menos diez minutos. Y con unos planes sobre cuál será la próxima cumbre, pusimos rumbo al merecido tercio de rigor.

Lugar de partida: cortijo del Robledal (unos 1000 metros sobre el nivel del mar).
Punto más alto: La Maroma (2065 metros sobre el nivel del mar).
Desnivel acumulado, según el cartel: más de 1100 metros.
Tiempo total: 4 horas 50 minutos.
Adelantamientos: 17 payos y payas y un perro de aguas.

 Vista de la cuerda que lleva a la cima de la Maroma desde el sendero del barranco de los Presillejos

Abrigos antiventisca en la cumbre

Foto testimonial en el vértice geodésico

Donando mi cuerpo a la ciencia si le da por desprenderse al carámbano

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